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Documento Perdido dos Padres de Campos- 48 respuestas y aclaraciones


48 respuestas y aclaraciones, de los PP. de Campos, frente las dudas que se plantean en torno de la Administración Apostólica ofrecida por el Romano Pontífice


INTRODUCCION: "PADRES DE CAMPOS"
NUESTRA PEQUEÑA HISTORIA DENTRO DE LA HISTORIA DE LA IGLESIA
La Iglesia Católica aquí en la tierra es militante, porque está siempre en combate contra los enemigos de Dios y de las almas, internos y externos, pecados y herejías.
Acabando de salir de las persecuciones romanas de los tres primeros siglos, la Iglesia tuvo que luchar contra las grandes herejías trinitarias y cristológicas que aparecieron en su seno.
Inclusive en el apogeo de la cristiandad medieval, época de grandes santos, no faltaron grandes herejías, que exigirán intensa vigilancia da parte de la Iglesia.
Como resultado de la decadencia de las costumbres del Renacimiento, decadencia moral que alcanzó a todos los niveles del universo cristiano, desde el pueblo simple asta la más alta jerarquía, surgió el protestantismo - la pseudo-reforma - que hizo y aún hace grandes estragos en el pueblo cristiano, con errores principalmente sobre el sacerdocio, la Eucaristía y el sacrificio de la Misa. La verdadera reforma fue hecha por la Iglesia con el Concilio de Trento y el celo dos santos, tales como San Ignacio y la Compañía de Jesús, San Carlos Borromeo y la fundación de los seminarios, San Pío V y la codificación de la Liturgia.
Al final del siglo XVIII, vino la Revolución Francesa con la proclamación de los derechos del hombre independerte de los derechos de Dios, con el laicismo de los Estados y las libertades modernas, con fuerte persecución a la Iglesia.
En consecuencia, en el siglo XIX, predominó el liberalismo, condenado por el Magisterio de la Iglesia.
Al comienzo del siglo XX, el modernismo en la Iglesia, colector de todas las herejías, fue condenado por San Pío X. En el campo social surgía el comunismo, fruto de la filosofía marxista, destructor de la sociedad cristiana y gran perseguidor de la Iglesia.
Dos guerras mundiales servirán para mayor laicización y descristianización de la sociedad.
Y muchos errores, ya condenados por la Iglesia, comenzaron a reintroducirse en las filas católicas. El Santo Padre Pío XII renovó la condena de esos errores, en varias encíclicas, especialmente la "Humani Generis" y,  en el campo litúrgico, la  "Mediator Dei" (1947).
En 1948, fue nombrado obispo de Campos Dom Antonio de Castro Mayer, profesor, doctor en Teología, formado por la Universidad Gregoriana de Roma, muy fiel al Magisterio de la Iglesia. Dom Antonio, a través de sus sermones, artículos y sobre todo brillantes Cartas Pastorales, alertaba continuamente a sus sacerdotes y diocesanos contra los errores actuales, ya condenados por la Iglesia, que se infiltraban por toda parte. Y en ese espíritu de fidelidad a la Iglesia Dom Antonio formaba a sus sacerdotes.
Habiendo participado en el Concilio Vaticano II, de 1962 a 1965, Dom Antonio procuró dar a los sacerdotes y fieles la legítima interpretación del "aggiornamento" deseado por el Papa Juan XXIII, advirtiendo contra los que, aprovechándose del Concilio, procuraban hacer revivir en la Iglesia el modernismo y su conjunto de herejías, caracterizando lo que fue denunciado por el Papa Pablo VI como la "autodemolición de la Iglesia".
Después del Concilio, gran crisis, sin precedentes, se instaló en la Iglesia, con apostasías en gran escala de padres y religiosas, desacralización de la liturgia, laicización del clero, disminución de vocaciones, mundanización de los seminarios, ecumenismo irenista, sincretismo religioso, etc. Como dice el Papa Juan Pablo II: "... fueron esparcidas a manos llenas ideas contrarias a la verdad revelada y siempre enseñada; se propagaron verdaderas herejías en los campos dogmático y moral... también la Liturgia fue violada" (Discurso en el Congreso de las Misiones, 6/2/1981).
En medio de la crisis general, Dom Antonio procuró preservar su Diócesis en la verdadera doctrina católica, formando sacerdotes y orientando a los fieles.
Después del Concilio fueron introducidas algunas alteraciones en la Liturgia de la Misa, que Dom Antonio aceitou docilmente y adoptó en la Diócesis. Pero algunos síntomas de que la reforma litúrgica no caminaba bien causaban insatisfacción. El Cardenal Antonelli, miembro de la Comisión Pontificia para la Reforma Litúrgica, confiesa que la reforma estaba siendo hecha por "personas... avanzadas en las trillas de las novedades..., sin ningún amor y ninguna veneración por aquello que nos fue transmitido" (Il Card. Ferdinando Antonelli e gli sviluppi della riforma liturgica dal 1948 al 1970 - Studia Anselmiana - Roma).
En 1969, vino el Novus Ordo Missae del Papa Pablo VI, que no dejo de causar perplejidades en muchos católicos, inclusive en personalidades importantes, como algunos cardenales de la Curia Romana.
Con  perplejidades semejantes, Dom Antonio escribió al Papa Pablo VI, exponiendo su dificultad de conciencia de aceptar la nueva Misa. Este es un trecho de su carta: "Habiendo examinado atentamente el 'Novus Ordo Missae',...después de rezar mucho y reflexionar, juzgue de mi deber, como sacerdote y como obispo, presentar a Vuestra Santidad, mi angustia de conciencia, y formular, con la piedad y confianza filiales que debo al Vicario de Jesucristo, una súplica... Cumplo, así, un imperioso deber de conciencia, suplicando, humilde y respetuosamente, a Vuestra Santidad, se digne... autorizarnos a continuar en el uso del 'Ordo Missae' de San Pío V, cuya eficacia en la dilatación de la Santa Iglesia y en el fervor de sacerdotes y fiéis, es recordada, con tanta unción, por Vuestra Santidad" (Carta de 12 de septiembre de 1969).
De ese modo, aunque Dom Antonio no abrigase a nadie - y hubo sacerdotes que adoptaron la misa nueva - se conservó, oficialmente en la Diócesis de Campos, en la gran mayoría de las parroquias, la Misa tradicional, llamada de San Pío V, y toda la orientación tradicional del apostolado.
En 1981, Dom Antonio fue substituido en la sede episcopal de Campos. Los obispos que lo sucedieron no eran de la misma orientación. Habiedo sido removidos de las parroquias, seguidos por millares de fieles que deseaban la Misa y la orientación tradicional de la Iglesia, los "padres de Campos" se vieron en la necesidad de atender a los fieles que los procuraban, y continuaron, en nuevas Iglesias y capillas, administrándoles los sacramentos. Fue creada, así, la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney. Y, sin ninguna intención de hacer cualquier cisma en la Iglesia, solicitaron a los Obispos de la Fraternidad San Pío X que consagrasen a uno de sus sacerdotes, Dom Licínio Rangel, para atender a los fieles de la línea tradicional. Obispo sin jurisdicción, sólo con el poder de Orden, sin intención de hacer una diócesis paralela (1991). Es claro que esa situación de emergencia no podría durar indefinidamente. Todos ansiaban que todo volviese a lo normal.
En el Jubileo del año 2000, los "padres de Campos" participaron de la peregrinación del Año Santo en Roma, junto con la Fraternidad San Pío X.
A partir de entonces, el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Congregación para el Clero, con la aprobación y la bendición del Santo Padre el Papa Juan Pablo II, comenzó las conversaciones en vista de una regularización jurídica de la situación de los así llamados padres y fieles de la Tradición.
Habiendo los padres de la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney escrito una carta al Santo Padre pidiendo que fuesen "aceptados y reconocidos como católicos", el Papa les respondió acogiéndolos benévolamente, erigiendo, el día 18 de enero de 2002, la Administración Apostólica Personal San Juan María Vianney, con Obispo propio y sacerdotes, con jurisdicción personal sobre los fieles, con el derecho de tener la Misa Tradicional como rito propio (consiguiendo, por tanto, la realización oficial del pedido de Dom Antonio de Castro Mayer), suspendiendo todas las censuras y penas en las cuales eventualmente pudiesen haber incurrido, regularizando de esa manera su situación jurídica dentro de la Iglesia Católica, reconociendo canónicamente su pertenencia a ella y respetando su realidad eclesial y sus características peculiares.


1) ¿Hubo un acuerdo con la Santa Sede?
Si consideramos el aspecto jurídico, en cuanto aquello que nos fue concedido, podemos decir que hubo una concesión jurídica por parte de la Santa Sede.
Pero, considerando en sí las tratativas y conversaciones, no hubo propiamente un acuerdo, sino un entendimiento.
A pesar de haber sido usada la palabra "acuerdo" en las tratativas anteriores con la Santa Sede, la consideramos menos apropiada a la presente circunstancia. Primero, porque no se hace acuerdo con un superior, mucho menos con el Papa: a él se debe acatamiento y obediencia, en las normas de la Iglesia. Segundo, porque "acuerdo" supone concesiones y ganancias, lo que realmente no hubo.
La palabra que mejor expresa lo que hubo es "entendimiento".
En verdad, éramos conocidos por nuestra parte negativa y caricaturesca: los "padres de Campos", "tradicionalistas", eran aquellos que no aceptaban absolutamente al Papa y no reconocían ni al Concilio Vaticano II ni la validez del Novus Ordo Missae, la Misa de Pablo VI. Por eso, fue necesario exponer nuestra verdadera posición, que, una vez "entendida" como ella es, permitió nuestra aprobación y reconocimiento como católicos, en perfecta comunión con la Santa Iglesia. Hubo, pues, un "entendimiento" y, con él, una regularización jurídica.

2) ¿Pero qué fue lo que los llevó a buscar esa unión con la Santa Sede?
Así respondió Mons. Licinio Rangel a la revista internacional "30 Días": "Fue nuestro amor a Roma y al Papa, nuestro sentido católico, fruto de la formación que recibimos de Mons. Antonio de Castro Mayer, que nos llevó a desear siempre la unión con la Jerarquía de la Santa Iglesia. Siempre tuvimos conciencia de que nuestra posición de resistencia pro Tradición, y consecuente situación de excepción, debería ser circunstancial, temporal y restringida a temas precisos, originarios de puntos agudos de la crisis, resistencia justificada por el estado de necesidad de las almas, sin ninguna intención de cisma. Prueba de eso es que, después de la muerte de Mons. Antonio de Castro Mayer, hace diez años cuando recibí el episcopado, de emergencia y de suplencia para los fieles de la línea tradicional, declaré que esperaba que las circunstancias habrían de cambiar y entones entregaría al Papa mi episcopado para que él dispusiese como deseara. Nada, por tanto, de ruptura con la Iglesia. Así siempre ansiamos una regularización y reconocimiento. La oportunidad apareció después de nuestra peregrinación a Roma por el Jubileo del año 2000, cuando el Santo Padre nombró al Cardenal Darío Castrillón Hoyos para, en su nombre, iniciar las conversaciones con miras de nuestra regularización. Las conversaciones acontecieron durante todo el año 2001 y, gracias a Dios, llegaron a un buen termino, con nuestro pleno reconocimiento canónico en el seno de la Santa Iglesia".

3) ¿Por qué había necesidad de un reconocimiento?
Porque el católico debe estar unido a la Jerarquía de la Iglesia. Además, es un dogma de Fe católica: "Declaramos, decimos y definimos ser totalmente necesario para la salvación que todos los hombres se sometan al Romano Pontífice" (Bonifacio VIII, Bula Unam Sanctam, Dz-Sh 875).
Y el Magisterio de la Iglesia (León XIII - encíclica Satis Cognitum) nos enseña que la unidad de régimen o de gobierno es tan necesaria cuanto la unidad de Fe.
Por tanto, estar separado de la Jerarquía, mismo materialmente hablando, y mismo por una cuestión de necesidad, es algo anormal, temporal, que precisa terminar.
Así era el pensamiento de Mons. Marcel Lefebvre, cuando, en las conversaciones trabadas con la Santa Sede en 1988, escribía al Cardenal Ratzinger:
"Habiendo podido acompañar los trabajos de la Comisión encargada de preparar una solución aceptable para el problema que nos preocupa, parece que, con la gracia de Dios, nos encaminamos para un acuerdo, del que quedamos muy felices" (carta de 15/4/1988 - cf. Fideliter - le dossier complet).
Por tanto, sentirse satisfecho con la separación, quedar contento y tranquilo con la anormalidad, no quedar preocupado con el problema, no querer de modo alguno llegar a un entendimiento, rechazar a priori toda tentativa de acuerdo, no es un buen espíritu ni un sentimiento católico, del cual nos da ejemplo Mons. Marcel Lefebvre.

4) ¿Pero había algún peligro de cisma en ese estado de separación?
Sí, realmente había y hay. Fue lo que los padres de la Unión Sacerdotal de Campos, con Mons. Licínio, después mucha reflexión, el 5 de junio de 2001, escribieron oficialmente a Mons. Bernard Fellay, presentándole 28 serias razones sobre la necesidad del reconocimiento, alertándolo del peligro de continuarse en ese estado anormal de separación: "Considerando... que la situación actual de separación de los católicos de la Tradición con relación a la  Jerarquía, provocada por la crisis de la Iglesia, además de anormal, debe ser ocasional y temporal, por tanto exigiendo de nosotros un anhelo por la regularización y unión, y no un contento con la situación;  que los efectos negativos de esa separación anormal ya se hacen sentir en los medios tradicionalistas, provocando un espíritu de crítica generalizado y sistemático, un espíritu de independencia, satisfacción con la anormalidad de la situación y un sentimiento de detención personal de la exclusividad de la verdad; el peligro de que esa separación, con el pasar del tiempo, aunque no signifique una adhesión a ningún cisma teórico, pueda llevar a un espíritu de cisma, dada la ausencia de unidad de régimen...". (Infelizmente, esta carta no obtuvo respuesta).
            Los ejemplos que conocemos de ese espíritu en los medios tradicionalistas  nos ha llevado a reflexionar sobre el peligro de esa separación habitual y sistemática: los radicales acaban tornándose sedevacantistas, cismáticos o hasta apostatas.
            Santo Tomás de Aquino dice: "Son llamados cismáticos aquellos que se niegan a someterse al Sumo Pontífice y aquellos que se niegan a vivir en comunión con los miembros de la Iglesia, a él sujetos" (2a-2ae, q. 39, art. 1).
            El célebre teólogo español Francisco Suárez enseña que hay varios modos de hacerse cismático: "sin negar que el Papa es el jefe de la Iglesia, lo que ya sería herejía, se actúa como si él no lo fuese: es el modo más frecuente..." (De Charitate, disp. 12, sect. I, n.2, t. XII, p. 733, in Opera Omnia).
Y, como escribió el P. Ugo Carandino, ex-prior de Rimini, de la Fraternidad San Pío X, respondiendo porqué la Fraternidad procuraba la reconciliación con Roma: "... Una ayuda para responder a esta cuestión viene del P. Michel Simoulin (superior del Distrito de Italia, de la Fraternidad San Pío X), que en los últimos meses muchas veces ha dicho y escrito que un acuerdo con Juan Pablo II se hace necesario para evitar que la Fraternidad se torne una Iglesia cismática separada de Roma, una "petite église", una pequeña Iglesia".

5) Pero nunca tuvimos la intención de ser cismáticos.
Estamos advirtiendo contra el espíritu cismático.
Además, el Diccionario de Teología Católica (verbete shisme col. 1303) da tres especies de cisma: el directo, cuando la voluntad se dirige a la recusa formal de la unidad; o indirecto, cuando la voluntad se dirige, no al rechazo de la comunión, sino a algo que envuelve la ruptura de comunión; y en fin, el cisma contra la voluntad, menos imaginario del que se piensa, cuando alguien no se quiere separar de la unidad pero hace cosas tales o de tal manera y que se obstina en hacerlas de tal modo que la ruptura de la unidad se sigue fatalmente; caso típico es el de Döllinger, que siempre protestó su voluntad de permanecer en la unidad, y jamás quiso aceptar la etiqueta de "viejo católico", y entretanto fue cismático, como su pequeña Iglesia de los "viejos católicos".

6) ¿Pero dónde estaba realmente la irregularidad de la situación?
La principal irregularidad estaba en la Consagración de un Obispo, y su conservación, contra la voluntad del Papa. Por tanto, en la primera oportunidad posible, era preciso salir de esa situación irregular, pues había grave peligro de pasarse de un estado de mera separación para un cisma real.
Como dice el Papa Pío XII, en la Encíclica "Ad Apostolorum Principis": "Ninguna autoridad que no sea la del Pastor Supremo... ninguna persona o asamblea de padres o de laicos, puede arrogarse el derecho de nombrar Obispos. Nadie puede conferir legítimamente la Consagración episcopal sin la certeza del mandato pontificio. Una Consagración así conferida contra el derecho divino y humano y que es un gravísimo atentado a la unidad misma de la Iglesia es castigada con una excomunión..."
        Además, con el pasar del tiempo, comienzan a aparecer casos en que es necesario el "poder de las llaves", que un Obispo sin jurisdicción no tiene, por ejemplo, la declaración de nulidad de matrimonios, la secularización de diáconos, la dispensa de votos públicos, etc. Arrogarse tales poderes configuraría una substitución de la Jerarquía, formando una Iglesia paralela, lo que realmente sería un cisma.

7) ¿Pero ustedes no temen al futuro?
Así, Mons. Licínio y los padres de Campos escribieron a Mons. Fellay en la carta citada del 21 de junio de 2001, como una de las 28 razones para aceptarse la propuesta de la Santa Sede:  "que no se puede recusar una determinación de Roma, en el caso de una legalización jurídica, insertándonos en la unidad jerárquica, apenas por miedo al futuro o por estrategia..."

8) ¿Pero no basta que estemos unidos a la Iglesia por la Fe y por la sana doctrina?
No, porque a Iglesia Católica no es una sociedad espiritual invisible, una reunión de fieles que tienen la verdadera Fe. Eso sería un concepto protestante de Iglesia, condenado por el Magisterio de la Iglesia (cf. Hervé, Manuale Theologiae Dogmaticae, de Ecclesia Christi, n. 332). La Teología Católica enseña que la Iglesia es visible en cuanto sociedad jerárquica, con unidad de Fe y de Gobierno.
"La visibilidad de la Iglesia consiste en su organización externa, manifiesta a todas las miradas; organización a la cual deben pertenecer todos los fieles por el vínculo visible de la misma fe, externamente profesada, por el vínculo de la misma obediencia común a una autoridad visible y por el vínculo de la participación de los mismos sacramentos instituidos por Cristo es el elemento visible de la Iglesia" (Diccionario de Teología Católica - D.T.C., v. Église. Col 2144).
Es lo que enseña Papa Pío XII: "Están, pues, en error peligroso aquellos que juzgan poder unirse a Cristo Cabeza de la Iglesia, sin adherir fielmente a su Vicario en la tierra. Suprimida la Cabeza visible y quebrados los vínculos visibles de la unidad, obscurecen y deforman de tal manera el Cuerpo místico del Redentor, que no puede ser visto ni encontrado por cuantos demandan el puerto de la eterna salvación" (Encíclica Mystici Corporis, n. 36).
El Concilio Vaticano I definió que el Papa es el "perpetuo principio y fundamento visible de la unidad de la Iglesia" (Denz-Scho 3051), anatematizando a quien dijese que San Pedro no tendría perpetuos sucesores en el primado sobre toda la Iglesia (Denz-Sho 3058). Repitiendo siempre esa doctrina, Mons. Antonio de Castro Mayer enseñaba: "El Papa es el jefe de la Iglesia y, como tal, la señal y la causa de la unidad visible de la sociedad sobrenatural, internamente dirigida y vivificada por el Espíritu Santo"(Instrucción Pastoral sobre la Iglesia, 2/3/1965, cap. II).

9) ¿Pero no dijimos siempre  que estábamos unidos al Papa?
Sí; por eso, por una cuestión de lógica, era preciso poner en práctica lo que se admitía en la teoría. Era preciso adoptar en las acciones lo que defendíamos en los principios. Si no, se comenzaba a verificar un sedevacantismo práctico, un cisma práctico, quiere decir, que aunque se diga que se acepta al Papa, se reconoce su autoridad etc., en la práctica era diferente. Era preciso cambiar eso. Es necesario tener coherencia.
            Como ya citamos arriba, el célebre teólogo español Francisco Suárez enseña que hay varios modos de hacerse cismático: "sin negar que el Papa es el jefe de la Iglesia, lo que ya sería herejía, se actúa como si él no lo fuese: es el modo más frecuente..." (De Charitate, disp. 12, sect. I, n.2, t. XII, p. 733, in Opera Omnia).
            Y esa cuestión de lógica ha preocupado a algunos padres de la Fraternidad San Pío X. Así, por ejemplo, escribió el P. Ugo Carandino, ex-prior de Rímini, de la Fraternidad San Pío X, en carta a los fieles (10/7/2001): "Es el corazón del problema: efectivamente la Fraternidad se encuentra en un callejón sin salida, porque continúa a querer reconocer a Juan Pablo II como autoridad legítima de la Iglesia. Ahora, si realmente Juan Pablo II es verdadera autoridad, entonces se presentan solamente dos posiciones posibles: - o procurar un acuerdo con esta "autoridad" ... (la propia terminología de procurar "un acuerdo con el Papa" revela un absurdo: el católico debe someterse al Vicario de Cristo no "hacer acuerdo"); - o entonces separarse completamente de esta "autoridad" constituyendo una "pequeña Iglesia" realmente cismática, donde se desobedece habitualmente a aquel que se reconoce como Papa, para obedecer únicamente a los superiores de la Fraternidad, a los cuales se atribuye una especie de "infalibilidad" que se niega al revés al pretendido (sic) Papa. Esta segunda solución es la que se ha consolidado en los últimos años (y que aflora en esta fase de rompimiento de las tratativas)...". Por una cuestión de lógica, el P. Ugo Carandino abandonó la Fraternidad y adoptó el sedevacantismo.
            Lo mismo escribió el P. Basilio Méramo, prior actual del Priorato de Colombia, de la Fraternidad San Pío X, en carta a los Padres de Campos: "¿Cómo es posible que se deba desobedecer a un Papa de modo habitual y constante para permanecer fieles a la Iglesia, al Papado y a Roma, y para conservar la Fe Católica, cuando en la realidad el Papa legítimo es el que debería confirmar a sus hermanos en la Fe y por eso justamente tiene la prerrogativa de la infalibilidad como Romano Pontífice? Es absurdo, estúpido e ilógico no ver la gran contradicción que hace, sobre todo hoy en día y a la altura a que llegaron los acontecimientos. ¿Cómo es posible que se deba desobedecer al Papa para permanecer fieles a Cristo y a la Santa Madre Iglesia, cuando precisamente es el Papa que por su oficio debe confirmarnos en la Fe? Luego, si se mira bien, la única explicación que teológicamente cabe... es la de un Papa ilegítimo, la de un Antipapa..." (Carta de 2 de mayo de 2002).
            Se ve claramente que una desobediencia habitual y constante, un sedevacantismo práctico, acaba, por la lógica, llevando al sedevacantismo teórico, que, a su vez, acaba llevando al cisma. Es la realización de la frase de San Agustín: "Quien vive de modo contrario a lo que piensa, va  a terminar pensando del modo como vive".
            Y todos acaban siendo llevados a la conclusión de que la Iglesia Católica desapareció y las portas del infierno prevalecieron contra ella, lo que es una herejía. Pues si, según ellos, la Iglesia está sin papa hace 30 o 40 años, todos los cardenales y Obispos actuales son falsos. ¿Quién elegirá al nuevo Papa? Así la Iglesia habría realmente desaparecido.
            Por eso, repetimos una vez más con Mons. Marcel Lefebvre: " ¡Cuidado, cuidado, cuidado!... No nos metamos en un círculo infernal del cual no sabremos cómo salir. En esta actitud existe un verdadero peligro de cisma..."

10) ¿Pero el Papa es así tan necesario a la Iglesia?
Ya explicamos arriba en la respuesta al n. 8.
Mons. Marcel Lefebvre decía que hay "tres grandes realidades de la Iglesia Católica, tres personas por las cuales Dios se manifiesta: Jesús Eucaristía, María y el Papa". (Ecône, mayo de 1965). Mons. Antonio de Castro Mayer, en la célebre carta pastoral sobre problemas del apostolado moderno, en las directrices a los padres, escribía: "No pierdan la ocasión de inculcar verdadera devoción al Santo Padre el Papa".
Advirtiendo sobre la grave situación doctrinaria y pastoral en que se encuentra la Fraternidad San Pío X, el citado Padre Ugo Carandino, en la misma carta a los fieles de 10/7/2001, escribe: "...La Fraternidad continua a enseñar, a propósito del Papado, una nueva doctrina que se aparta de la doctrina católica y que, inevitablemente, prepara una mentalidad de "pequeña Iglesia"... Siguiendo esta enseñanza, el fiel puede desobedecer habitualmente a este "Papa" (sic), que no es más la regla próxima de la Fe, sino un elemento casi secundario de la Iglesia: al paso que la sana doctrina enseña que un católico no puede prescindir de la enseñanza y del gobierno del Papa. En esta nueva doctrina se encuentra el viejo error galicano, ya condenado por la Iglesia, que determina, sobretodo en las nuevas generaciones, un concepto gravemente deformado de la Iglesia y del Papado. Se llega a la paradoja de refutar una herejía, la modernista, en nombre de otra herejía, la galicana, en vez de abrazar integralmente la Fe católica... Juzgo que los acontecimientos ligados a los acuerdos evidenciaron el callejón sin salida en el cual se encuentra la Fraternidad. De hecho, la minoría del clero de la Fraternidad que abiertamente se expresó de modo negativo a una posibilidad de reconciliación con Juan Pablo II, lo hizo partiendo de una posición tendenciosamente galicana. No por acaso, un de los más activos defensores de la línea 'anti-acuerdo', fue Mons. Tissier de Mallerais, que se ocupa como primera persona de los tribunales eclesiásticos creados por la Fraternidad en substitución de las sentencias de la Sacra Rota Romana, un de los aspectos más evidentes de la práxis de la 'pequeña Iglesia', ya consolidada en el interior de la Fraternidad (estos tribunales han emitido sentencias de anulación de matrimonios, reducción de diáconos al estado laical, de disolución de votos religiosos definitivos). El ejemplo de las Iglesias disidentes orientales enseña que no es suficiente conservar la Misa, los Sacramentos y el catecismo, sino que es indispensable ser fiel a la institución del Papado y por tanto, en la actual situación de la Iglesia, esclarecer la cuestión fundamental de la autoridad para ejercitar de manera legítima el ministerio sacerdotal". El Padre Carandino abandonó la Fraternidad, por no concordar con la su falta de lógica, defendiendo una posición teórica y practicando otra,  pero, infelizmente, cayó en otro extremo, el del sedevacantismo, que  encontró más lógico que la práctica que la Fraternidad adopta. Todo eso confirma lo que arriba explicamos en el n. 9.
            (Obs.: Citamos al Padre Ugo Carandino, no por concordar con su posición sedevacantista, sino por ser alguien que conoce bien y por dentro la Fraternidad, ya que fue Prior de un Priorato de la Fraternidad por 11 anos, hasta el año de 2001. P. Carandino conoce mejor la Fraternidad del que el P. Cottier y otros citados conocen el caso de Campos).

11) "Campos cayó... en las garras de Roma neo-modernista... se hundió en las aguas de la apostasía" (Mons. Richard Williamson, Obispo de la Fraternidad San Pío X, en carta pública a los amigos y bienhechores).
¿Qué significa esa afirmación? ¿Que los padres de Campos cayeron, porque, aunque conservando la Santa Misa y toda la Liturgia Tridentina, la orientación tradicional, el Seminario y las parroquias tradicionales conforme a la Tradición de la Iglesia, fueron aprobados y reconocidos por Roma? ¿Estar unido a la Jerarquía de la Iglesia Católica es caer en la apostasía?  Entonces esa frase significa que toda la Iglesia cayó en la apostasía. Que las puertas del infierno prevalecieron contra la Iglesia. Que Nuestro Señor Jesucristo falló en su promesa. (ver respuesta al n.19). Es una frase de fuerte sabor herético y cismático.
Pero entonces el reverso del dilema se impone: Si Campos no cayó, entonces son los acusadores que cayeron. O están en grave peligro de caer. "Quien está de pié, veja que no caiga" (San Pablo, Epístola).
Reflexionemos: Santo Tomás de Aquino dice: "Son llamados cismáticos aquellos que se niegan a someterse al Sumo Pontífice y aquellos que se niegan a vivir en comunión con los miembros de la Iglesia, a él sujetos" (2a-2ae, q. 39, art. 1). Ahora bien, si los oponentes se niegan a comunicarse con nosotros, aunque conservando la Misa tradicional y toda la orientación de la Tradición católica, por el simple hecho de haber sido reconocidos por el Santo Padre, se encuadran en el segundo miembro de esa frase de Santo Tomás.

12) Pero "Roma aún no se convirtió". ¿No debemos esperar eso antes de hacer  cualquier acuerdo?
Ser reconocido como católico y estar unido a la Jerarquía católica es una necesidad teológica, como explicamos en las respuestas anteriores. Por eso Mons. Marcel Lefebvre procuró el entendimiento con la Santa Sede, en 1988, dos años después del "encuentro de Asís", un año después del "encuentro de Kyoto" y un año después de la respuesta a sus "dubia". No había ocurrido ninguna "conversión" de las autoridades en la ocasión, como dicen los objetantes. Y, a pesar de eso, Mons. Lefebvre, preocupado con el problema, procuraba un acuerdo, y se decía feliz con que se realizara.
Además, el propio Mons. Fellay, dice que llevará mucho tiempo para Roma abandonar los errores venidos del Concilio, probablemente decenios, pero que cada etapa posee su importancia y ahora parece delinearse una de esas etapas (Fideliter, n. 140 pag. 7).

13) ¡Pero "los Romanos continúan siendo lobos, raposas y tiburones" (Mons. Williamson)!
Interesante, conforme afirma el Diccionario de Teología Católica (lugar citado), que los cismáticos ortodoxos, cuando se separaron de la Iglesia Católica Romana y cayeron en el cisma, decían querer apartar momentáneamente "al lobo papista del rebaño ortodoxo".  Y "romanos" era y es la expresión despectiva con la cual los protestantes llaman a los católicos.
El Cardenal Mons. Darío Castrillón Hoyos advirtió en carta a Mons. Fellay: "Ningún hereje y cismático, en toda la historia, declaró estar engañado. Siempre pensaron que era la Iglesia que se engañaba".

14) Pero nosotros no tenemos nada de protestantismo. Combatimos la protestantización de la Iglesia.
Pero es bueno recordar que la principal doctrina del protestantismo es la del libre examen: unión directa con Dios, dispensándose del Magisterio vivo de la Iglesia. Y el camino generalmente acaba siendo ese: independencia del Magisterio vivo, apelando para el Magisterio muerto, jueces en lugar del Magisterio y, en fin, jueces del Magisterio.
La Iglesia, al contrario,  nos enseña: "El  Salvador no confió lo que está contenido en el depósito de la Fe a juicios privados sino al Magisterio Eclesiástico" (Carta del Santo Oficio al Arzobispo de Boston, 8/8/949, Papa Pío XII, Denz-Sho 3866).

15) ¿No usamos el Magisterio escrito de los papas pasados? Y esa expresión "Magisterio vivo" ¿no es modernista, contraria a la Tradición?
No. Es una expresión perfectamente tradicional.
Así dice el Papa León XIII, en la Encíclica Satis Cognitum: "Es pues evidente, conforme a todo lo que acaba de ser dicho, que Jesucristo instituyó en la Iglesia un magisterio vivo, auténtico y, además de eso, perpetuo, que El invistió de su propia autoridad, revistió del espíritu de verdad, confirmó por milagros y quiso y severísimamente ordenó que las enseñanzas doctrinales de ese magisterio fuesen recibidas como siendo las suyas propias".
Magisterio vivo y perpetuo es el que se ejerce efectivamente en cada época. Es así como explican los teólogos: "Un magisterio vivo, quiere decir, que se ejerce continuamente en la Iglesia por la comunicación de la doctrina revelada. Ese magisterio es vivo en cuanto se opone al magisterio aún ejercido actualmente en la Iglesia por hombres que desaparecerán, mas a los cuales sus obras sobrevivirán. Los protestantes admiten bien que el magisterio de los Despuéstoles se ejerce aún actualmente en la Iglesia, pero solamente por influencia de sus escritos; sólo admiten pues un magisterio, por así decir, póstumo" (Diccionario apologético de la Fe Católica, articulo Tradición y magisterio, de H. Perennes, col. 1786-1787).
"(Magisterio) vivo, quiere decir, que permanece siempre en maestros vivos y se expresa por su boca, y no ese Magisterio, divino sin duda pero muerto, que los protestantes buscan en la Escritura" (A Regra da Fe, tomo I, ªª Goupil S.J., pag. 20).
"Se divide habitualmente el Magisterio en escrito y vivo. El Magisterio puramente escrito es aquel que un autor cualquiera ejerce por sus libros, mismo después de su muerte. Tal es, por ejemplo, el magisterio que hoy aún Aristóteles ejerce por sus obras. El Magisterio es llamado vivo cuando se ejerce por actos vitales y conscientes de hombres, utilice o no el maestro de escritos" (Sacrae Theologiae Summa, B. A. C., tomo I, pag. 656, De Ecclesia Christi, por Salaverri S.J.).
Y es lo que advierte solemnemente el Papa Pío IX, en la carta Inter Gravissimas, de 28 de octubre de 1870: "Como todos los fautores de herejía y de cisma,  se vanaglorian falsamente de haber conservado la antigua fe católica, en cuanto destruyen el propio principal fundamento de la fe y de la doctrina católica. Reconocen bien en la Escritura y en la Tradición la fuente de la Revelación divina; pero rechazan escuchar el magisterio SIEMPRE VIVO DE LA IGLESIA, que proviene claramente de la Escritura y de la Tradición y fue instituido por Dios como un guardián perpetuo de la exposición y de la explicación infalibles de los dogmas transmitidos por esas dos fuentes".
Y el citado Diccionario de Teología Católica (ibidem) dice que la fuente de la actitud perpetuamente polémica de la Iglesia cismática ortodoxa está en una concepción estática del magisterio eclesiástico, el culto del status quo en todos los dominios.

16) ¡Pero ese reconocimiento fue hecho no por la Roma eterna sino por la Roma modernista!
Debemos recordarnos del espíritu (ad mentem) de la condenación de los Fraticelli y de su errónea teoría de las dos Iglesias (Denz-Scho 911) condenada como herética e insana (Denz-Scho 916).
Cuidado con confusiones, de las cuales no se sabrá salir: Nuestras conversaciones fueron con la Sagrada Congregación para el Clero, en la persona del Cardenal Castrillón, y con el Papa Juan Pablo II. Nos acusan de haber tratado con la Roma modernista y haber obtenido el reconocimiento de ella. ¿Pero con cuál Roma los tradicionalistas de todo el mundo tratan? ¿Cuál Roma la Fraternidad San Pío X y toda la Tradición visitaron en el año jubilar, después haber obtenido licencia de la Comisión del Jubileo para rezar en las Basílicas romanas?

17) ¡Acontece que hoy toda la Jerarquía está en la herejía y no se puede hacer acuerdo con herejes!
Es lo que enseñaba San Roberto Belarmino: "Si todos los Obispos errasen, toda la Iglesia erraría, pues el pueblo es obligado a seguir a sus Pastores, como dice Jesús en S. Lucas 10,16: 'Quién os oye, a mí me oye' y San Mateo 23,3: 'Haced todo cuanto os dijeren." (Liber III Cap XIV De Ecclesia Militante).
Lo mismo enseñaba nuestro queridísimo Obispo Mons. Antonio de Castro Mayer: " Caso toda la Jerarquía viniese a fallar, sería la palabra de Jesucristo que habría fallado, pues el Divino Salvador confió a la Jerarquía el gobierno y la dirección de su Iglesia hasta el fin de los siglos y, más, su asistencia para que no fallase" (Monitor Campista, 26/1/1986).
Y Mons. Antonio decía más: "Es subversión herética, por desconfianza de la Jerarquía, seguir habitualmente a alguien, no miembro de la Jerarquía, como portavoz  y árbitro de la ortodoxia".

18) ¿Pero las parroquias de la Administración Apostólica no quedarán mezcladas con las de la Diócesis?
El propio Mons. Marcel Lefebvre aceptaba ese tipo de solución: ''Es posible que un día los Obispos conscientes de su cargo acaben por decir: 'Está bien, esta parroquia queda reconocida de ahora en adelante'; mismo, tal vez, en una situación un poco híbrida, yo diría, en el sentido de que ellos dirían: 'las parroquias actuales continúan en lo que ellas han hecho hasta hoy, pero reconocemos esta parroquia personal para todas las personas que quieran ir allá y frecuentar e ir a los sacerdotes, nosotros los reconocemos también'. Esto sería tal vez una solución... yo diría... una etapa, tal vez, yo no conozco el futuro... Pero es posible. En todo caso, es preciso estar en esas disposiciones y no en una disposición de ruptura ni en una disposición de oposición por oposición, de oposición a la Iglesia, por nada de este mundo." (Mons. Marcel Lefebvre - Ecône, 3/3/1977- Conf. DICI n. 7, 11/5/2201 - pag. 17).

19) Pero esa solución dada por Roma de una Administración Apostólica "fue concebida de manera diabólica como una especie de reserva de indios" (P. De Tanoüarn, Fraternidad San Pío X), pues los fieles de la Tradición quedarán circunscritos y presos en una Diócesis, como "una reserva de indios" (P. Knitel, superior del Distrito de México, Fraternidad S. Pío X)!
A esas críticas tenemos la respuesta del propio superior de la Fraternidad San Pío X. Sobre la propuesta de la Administración Apostólica, Mons. Fellay comentó: "Esta es una propuesta extraordinaria, y si Roma quisiera una verdadera reforma, ese es el camino que sería preciso tomar..." (entrevista a Pacte, n. 56, eté 2001 - Cf. DICI n. 16 - 13/7/2001).
Y en entrevista a la revista "30 Días", a la pregunta: "¿Entonces, qué es lo que el Vaticano podría hacer, concretamente, para reanudar las relaciones con ustedes?", Mons. Fellay respondió : "En los pasos prácticos, sobre como hacer para resolver los problemas, la sabiduría y la habilidad de Roma son grandísimas. Por tanto puede encontrar las fórmulas adecuadas".
¡Interesante que Mons. Antonio siempre fue elogiado por toda la Tradición mundial como habiendo sido un Obispo extraordinario ya que conservó en su diócesis la Misa tradicional. Nadie lo acusaba de haber mantenido una reserva de indios! ¿Ahora que conseguimos una Administración Apostólica con la Misa tradicional oficialmente concedida de derecho, nos tornamos una reserva de indios?! ¿O será que se quiere criticar la propia organización de la Iglesia católica en diócesis?
Además, la Administración fue creada en la Diócesis de Campos, por ser el lugar, en Brasil, donde hay la mayor concentración de católicos ligados a la liturgia tradicional. Pero nada impide que la Administración Apostólica atienda a fieles de otros lugares y Diócesis, según las normas del derecho Canónico.
Y las inscripciones en la Administración Apostólica están abiertas. Cualquier persona, que se identifique con su orientación tradicional y desea la Misa llamada de San Pío V, puede inscribirse en la Administración Apostólica, ahora y después. Basta quererlo.

20) ¿Pero ustedes reconocieron que antes estaban fuera de la Iglesia y que ahora entraron, formando la "unidad en la diversidad"?
En nuestra carta al Papa escribimos: "Beatísimo Padre, aunque siempre nos hallamos considerado dentro de la Iglesia Católica, de la cual nunca jamás tuvimos la intención de separarnos, con todo, debido a la situación de la Iglesia y a problemas que afectaron a los católicos de la línea tradicional, ...fuimos considerados, jurídicamente al margen de la Iglesia. Ese es nuestro pedido: que seamos aceptados y reconocidos como católicos".
También Mons. Lefebvre pedía antes que le dejasen la Tradición entre las muchas "experiencias" actuales: "El Papa Juan Pablo II..., por ocasión de la audiencia que me concedió en noviembre de 1979, parecía bastante dispuesto, después de una conversación prolongada, a dejar la libertad de escoger en la liturgia, a dejarme hacer, al final de cuentas, lo que solicito desde el comienzo: entre todas las experiencias que son efectuadas en la Iglesia, 'la experiencia de la Tradición'" (Mons. Marcel Lefebvre, 1984, en Carta abierta a los católicos perplejos, XX). Eso no quiere decir que Mons. Lefebvre concordase con todas las "experiencias que son realizadas en la Iglesia".

21) Pero ustedes no consiguieron todo. ¡No consiguieron, por ejemplo, el permiso para la Misa tradicional  para todos los padres del mundo!
Realmente pedimos, junto con la Fraternidad San Pío X, la concesión de la Misa para todos los sacerdotes del mundo. El Papa respondió que por el momento no sería posible. Hicimos nuestra obligación y nuestra parte con relación a toda la Iglesia. Pero la concesión no era de nuestro alcance y estaba fuera de nuestras posibilidades. Cada uno cumpla su deber. Pero nos fue concedida la Administración Apostólica, con el derecho de celebrar la Misa tradicional. Y la podemos decir en cualquier parte del mundo. Y cualquier padre del mundo puede decir la Misa tradicional en nuestras Iglesias, bastando nuestro permiso. Y cualquier padre del mundo puede decir la Misa tradicional en cualquier parte si  para eso pide licencia a la Santa Sede.
Además, Mons. Lefebvre cuando en las tratativas del acuerdo de 1988, apenas sugirió a la Santa Sede la liberación de la Misa tradicional para todo el mundo. Así escribió él: "En esta ocasión (del acuerdo), ¿sería deseable que fuese concedida a todos los Obispos y padres la posibilidad de utilizar los Libros litúrgicos de Juan XXIII?" (carta de 15/4/1988) (Fideliter, le dossier complet). Lenguaje diferente de la "condición sine qua non" exigida para cualquier continuación de las conversaciones.

22) Pero el reconocimiento, por causa de los peligros, tiene su lado negativo.
No debemos quedar mirando, como pesimistas, sólo el lado negativo de las cosas.
Decía San Francisco de Sales: "Todas las cosas aparecen amarillas a los ojos de los afectados por ictericia... La malicia del juicio temerario, de un modo semejante a esta enfermedad, hace aparecer todo malo a los ojos de los que están afectados por ella... Si una acción tuviese cien aspectos diferentes, deberíamos encararla únicamente por el lado mejor..." (Filotéa, III, 27).
Veamos el lado positivo. Como bien explicó el P. Michel Beaumont, de la Fraternidad San Pío X, hablando sobre el elogio que el Papa actual hizo del Misal de San Pío V y sobre las buenas observaciones del Cardenal Ratzinger sobre la Liturgia:
"Delante de un muro hostil, toda brecha es bienvenida. Ella manifiesta al menos que el combate no es inútil. Una golondrina acaba de atravesar el cielo. Ella no es la primavera, no substituye la primavera de la Iglesia, que deseamos de todo corazón, y para la cual trabajamos de nuestra parte. Mas una golondrina anuncia la primavera, ella puede pues dar fuerza y coraje para esperarla" (P. Michel Beaumont - Cfr. www.le-combat-catholique.com).
En esa línea de pensamiento es que muy bien dice Mons. Fellay: "Si hubiere una oportunidad, una sola, de que los contactos con Roma puedan hacer volver un poco más de Tradición en la Iglesia, yo pienso que debemos aprovechar la ocasión" (Mons. Fellay, Fideliter, n. 140, p.7).
Por eso el P. Pierre-Marie Laurençon, superior del Distrito de Francia, de la Fraternidad San Pío X, contó como una gran victoria para la Tradición el hecho de que los fieles tradicionalistas hayan conseguido la celebración de la Misa de San Pío V, por la primera vez en 20 años, en la Basílica (moderna) subterránea de San Pío X, en el Santuario de Lourdes, en la peregrinación del 28 de octubre de 2001. "¡Fue tal vez El milagro de Lourdes para el año 2001! ¡Nuestros fieles no podrán criticarnos más de que nos contentamos con migajas, dejando a las autoridades de Lourdes confinarnos en una sala periférica del santuario para nuestras ceremonias!... ¿No debemos interpretar esta bella victoria como una señal de esperanza para el retorno de Roma a su Tradición?" (Carta a los amigos y bienhechores, Enero de 2002).
Esa es apertura de visión que tenía Mons. Marcel Lefebvre, al ver ventaja para la Iglesia hasta en las "Misas del indulto", las cuales fueron concedidas, según él, bajo inaceptables condiciones: "Pero ese primer gesto - recemos para que haya otros de esa especie - quita la sospecha indebidamente lanzada sobre la Misa y libera las conciencias de los católicos perplejos que dudaban aún en asistir a ella"  (Mons. Marcel Lefebvre - Carta abierta a los católicos perplejos, XX).
Así también Mons. Bernard Fellay, en conferencia en Campos en noviembre de 2000, relató a nuestros fieles, con alegría, que la Misa tradicional es celebrada en cerca de cien diócesis de los Estados Unidos. "Misas del indulto", en su gran mayoría, promovidas por otros grupos tradicionales diferentes de la Fraternidad San Pío X.
      También Mons. Lefebvre, en carta a los padres del Distrito de Francia, decía: "Me parece que debemos ir sobre todo allá donde se nos llama y no dar la impresión de que tenemos una jurisdicción universal, ni una jurisdicción sobre un país o una región. Sería basar nuestro apostolado sobre una base falsa e ilusoria. Por eso, igualmente, si otros sacerdotes satisfacen normalmente a las necesidades de los fieles, no tenemos por que inmiscuirnos en su apostolado, pero sí nos alegramos de que haya otros sacerdotes católicos que se levantan para salvar las almas" (27/4/1987).

23) ¡Ah! Mas sólo un acuerdo práctico no resuelve. Lo que era necesario resolver es la cuestión doctrinaria
A eso responde el P. Philippe Laguérie, de la Fraternidad San Pío X: "Es mi conclusión - sorprendente, tal vez: yo creo en la posibilidad de un acuerdo práctico y en la inutilidad total de las discusiones doctrinales en la hora presente... Se pierde el tiempo -y tal vez la propia alma- con esas discusiones que no llegan nunca a una conclusión, por el motivo evidente de que ellas no tienen la menor problemática común. ¿Eso quiere decir que yo estoy contra todo acuerdo? No, por el contrario. Si un acuerdo doctrinal sólo será posible dentro de 20 o 30 años, eso no es una razón para renunciar al acuerdo..." (DICI n. 8, 18/5/2001, pag.12).
La Fraternidad San Pío X pidió al Cardenal de París una Iglesia para que sus fieles pudiesen visitarla en el jubileo del año 2000. Les cedieron la Iglesia de San Sulpicio, en la cual los fieles rezaron, conducidos por los padres de la Fraternidad, siendo recibidos por el párroco local que les dirigió palabras de acogida. Fue un acuerdo práctico, fructuoso, sin haber sido tratada o resuelta la cuestión doctrinaria.
Así también la misma Fraternidad San Pío X, por ocasión de la Peregrinación a Roma por el Jubileo del año 2000, hizo un acuerdo práctico con el Vaticano, en el sentido de que le fuese permitida la entrada en las basílicas. El Vaticano les cedió la entrada en las Basílicas, el uso de los micrófonos por los Obispos, pero no les permitió la Misa. Fue un acuerdo práctico, no totalmente satisfactorio pues no fue permitida la Santa Misa tradicional, pero que tuvo muchos frutos, mismo sin haber sido resuelta la cuestión doctrinaria.
Pero, a la verdad, fueron graves razones doctrinarias que nos llevaron a procurar y a aceptar el reconocimiento, conforme explicamos en las respuestas 2, 4 y 5.
Otrosí, en carta oficial del Consejo de la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney, Mons. Licínio y los Padres de Campos insistieron con Mons. Fellay:
"Lo que nos preocupa es lo siguiente: No se trata de una simple atracción por la regularización o un simple acuerdo  práctico, sino que está envuelto en eso una grave cuestión doctrinaria: la unidad de régimen de la Iglesia (unitas regiminis), tan importante cuanto a la unidad de Fe. Porque, confirmándose esa propuesta de la Santa Sede, ella pasa a ser mucho más que una simple oferta o propuesta. Se trata de una voluntad explícita del Papa, en una cuestión gravísima que toca la unidad de régimen de la Iglesia".
"Se trata además de la sobre vivencia de la Tradición en Campos. Por cuanto si recusamos un obispo nombrado por el Papa como nos está siendo propuesto, ¿qué motivos tendremos para consagrar un obispo sin el mandato pontifico? Sabemos que la consagración contra la voluntad del Papa sólo se justifica en el caso gravísimo de necesidad, cuando es imposible obtenerse el mandato. Ahora, el Papa estaría ofreciendo ese obispo para Campos. Así, los Padres de Campos, estamos convencidos de que para una nueva consagración en Campos, en tales circunstancias, no se verificaría un estado de necesidad como fue la de Mons. Licínio, y se estaría constituyendo realmente un cisma formal, con sus gravísimas consecuencias".

24) ¿Pero por qué eso fue hecho separadamente de la Fraternidad San Pío X?
En la reunión del 13 de enero de 2001, en la Casa-Madre de la Fraternidad en Menzingen, sobre el asunto del reconocimiento, uno de los miembros de la Fraternidad, considerando las dificultades que la Fraternidad San Pío X veía en la continuación de las negociaciones con la Santa Sede, propuso que los padres de Campos hiciesen el acuerdo primero, a título de experiencia, y después, funcionando, la Fraternidad lo haría también. Por tanto, la idea de que Campos hiciese el acuerdo separadamente de la Fraternidad vino de la propia Fraternidad. Y aceptamos servir de "tests" hasta, en beneficio de la Fraternidad.
Y así escribimos a Mons. Fellay: "Nuestra legalización sería un primer paso para el reconocimiento futuro de toda la Tradición. Si Roma respeta nuestra posición doctrinaria y nos apoya en las posibles dificultades con los obispos diocesanos, eso será una importante señal de buena voluntad (señal verde) para toda la Tradición".
Mons. Lefebvre, que así escribió a Mons. Antonio de Castro Mayer sobre el problema de una eventual consagración: "El caso de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se presenta de modo diferente del caso de la Diócesis de Campos. Me parece que el caso de la Diócesis de Campos es más simple, más clásico... Es  por  eso  que,  a  mi modo de ver,  no  se  debe  ligar   el caso de Campos a la Fraternidad... Los casos deben ser bien separados. Eso no es sin importancia para la opinión pública y para la Roma actual. La Fraternidad no debe ser envuelta y deja toda la responsabilidad, legítima por lo demás, a los padres y a los fieles de Campos... Es mi opinión; pienso que ella se apoya sobre las leyes fundamentales del derecho eclesiástico y sobre la Tradición...".

25) ¡Pero dijeron que ustedes actuaron a escondidas de la Fraternidad!
Eso es falso. El representante de Mons. Licínio y de los padres de Campos, P. Fernando Arêas Rifan, estuvo presente en el mes de enero y en el mes de abril en la Casa generalicia de la Fraternidad, en Suiza, exponiendo la posición de Campos sobre el asunto. Visitó varias veces al Cardenal Castrillón siempre acompañado por un parte de la Fraternidad. Mons. Licínio y los Padres, el 5 de junio de 2001, escribieron oficialmente a Mons. Fellay presentándole 28 serias razones sobre la necesidad del reconocimiento, alertándolo del peligro de continuarse en ese estado anormal de separación. Esa carta quedó sin respuesta. Después del rechazo de la Fraternidad, la Santa Sede nos mandó a llamar a Roma. El consejo de la Unión Sacerdotal, con Mons. Licínio al frente, escribió entonces una vez más, oficialmente, a Mons. Fellay comunicándole esa invitación de Roma. Esa carta no fue enviada por el correo, sino, por seguridad, conforme al pedido de Mons. Licínio y de los padres, le fue entregada personalmente por el P. Fernando Arêas Rifan, que, antes de ir al Vaticano, paso por la Fraternidad para comunicarles la invitación de la Santa Sede.
Conforme instrucciones de la propia Sagrada Congregación para el Clero, Mons. Licínio y los Padres de Campos escribieron una carta al Papa pidiendo el reconocimiento. Eso fue comunicado a Mons. Fellay antes de ser entregada la carta al Papa. Y copia de esa carta fue entregada a Mons. Fellay el mismo día en que fue entregada al Papa. Porque a pesar de haber sido fechada la carta el 15 de agosto de 2001, sólo fue entregada al Papa el día 15 de septiembre de 2001, mismo día en que la copia fue entregada a Mons. Fellay. Es más. Solamente fue después de las conversaciones con Mons. Fellay exponiéndole la invitación expresa de la Santa Sede, que las conversaciones con el Cardenal Castrillón tuvieron oficialmente su continuación, ahora separadamente de la Fraternidad.
No hubo, por tanto, ninguna disimulación de nuestra parte ni actuamos a escondidas de la Fraternidad.
Además, podríamos hasta decir que es lo contrario lo que se dio.
En agosto de 2000, Mons. Fellay, Mons. Tissier y Mons. Williamson almorzaron, por invitación, con el Cardenal Castrillón para tratar del asunto del reconocimiento de la Fraternidad.
En septiembre de 2000, el Cardenal convida Mons. Fellay a un coloquio y preparar un encuentro de él con el Papa.
El 30 de noviembre de 2000, Mons. Fellay visita Campos, hace una conferencia a los fieles y al clero de la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney, pero no nos habla sobre las conversaciones entre Roma y la Fraternidad San Pío X. Y, en la reunión con los padres, le fue dicho que corría la noticia de que la Santa Sede habría nombrado un obispo para tratar de la reconciliación de los tradicionalistas. El respondió que no sabía nada. El P. Fernando Rifan y el P. Helio Marcos, en conversación particular, hablaron con Mons. Fellay sobre la posibilidad de que los padres de Campos hicieran un acuerdo con el obispo Diocesano, en el sentido de que este reconociese jurídicamente la validez de nuestros sacramentos y los padres le enviasen  las comunicaciones de matrimonios y bautismos. Mons. Fellay concordó.
El 29 de diciembre de 2000, Mons. Fellay tuvo una audiencia de cuatro horas con el Cardenal Castrillón, sobre el reconocimiento.
El 30 de diciembre, hubo una audiencia rápida de Mons. Fellay con el Papa.
Hasta enero de 2001, las tratativas entre la Fraternidad y la Santa Sede fueron hechas separadamente y sin el conocimiento de Mons. Licínio Rangel y de los Padres de Campos.
La pregunta es: ¿quién actuó separada y ocultamente de quién?!

26) ¡Pero el reconocimiento podría haber sido hecho junto con la Fraternidad!
Sí. Pero no fue por nuestra culpa que así no haya sido hecho. Y esa decisión de tratar directamente con Roma no partió de nosotros. En verdad, los padres de Campos y la Fraternidad San Pío X estábamos juntos en las conversaciones con Roma. Pero, desde el comienzo, notamos una gran resistencia de la Fraternidad a proseguir con las conversaciones. Insistimos mucho con ellos. Los padres de Campos, con Mons. Licíno Rangel, después varias reuniones de discusión sobre el asunto, durante las cuales expusieron a la Fraternidad su opinión a favor del entendimiento y del reconocimiento, escribieron oficialmente a Mons. Fellay, insistiéndole que no suspendiese las conversaciones y que las llevase a buen termino. Infelizmente nuestra carta no mereció respuesta, nuestros pedidos personales no fueron oídos y la Fraternidad rechazó el ofrecimiento de Roma.
A esa altura, la Santa Sede envió un representante a Campos a fin de convidarnos a proseguir las conversaciones interrumpidas por la Fraternidad, pues nuestro caso era más simple y fácil, por tratarse de padres diocesanos, y contar con el apoyo del obispo diocesano y de los obispos vecinos. Además, como ya vimos, el propio Mons. Marcel Lefebvre era de la opinión de que debíamos guiarnos por los mismos principios, pero actuando cada uno bajo su propia responsabilidad.
El Papa, pues, por medio de su representante, nos llamaba a Roma.
Ahí imitamos a Mons. Fellay y a Mons. Marcel Lefebvre:
"Si el Papa me lama, yo voy, además corro. Esto es cierto. Por obediencia. Por filial respeto para con el jefe de la Iglesia" (Mons. Bernard Fellay, superior general de la Fraternidad San Pío X, entrevista revista 30 días, septiembre de 2000).
"Queremos permanecer adheridos a Roma, al sucesor de Pedro... Por eso jamás rechacé ir a Roma a su llamado o al llamado de sus representantes" (Mons. Marcel Lefebvre).
"La preocupación con nuestra unidad y con la nuestra preservación no nos debe hacer olvidar nuestra obligación de servir a la Iglesia" (Mons. Fellay, Fideliter, n. 140. p. 7).
Por eso, el P. Paul Aulagnier, segundo asistente de la Fraternidad San Pío X, participante con nosotros de las reuniones en la Casa Generalicia de la Fraternidad en Menzingen sobre la aceptación del reconocimiento, escribió a Mons. Fellay: "Usted reclamó por que los padres de Campos actuaran en separado. Pero ¿de quién es la culpa? No vio usted los esfuerzos perdidos del P. Fernando Rifan en intentar convencernos y no presenció la dura resistencia de Mons. Williamson y de Mons. Tissier?!".

27) ¿Pero Mons. Fellay y los obispos de la Fraternidad hicieron presión sobre los padres de Campos para que no aceptacen el reconocimiento?
Realmente ellos no concordaron con que aceptásemos el reconocimiento. Les explicamos nuestras razones, insistimos que nuestro caso era diverso del de la Fraternidad, conforme a la opinión de Mons.  Marcel Lefebvre (conferir respuesta n. 15). Les dijimos que hasta comprendíamos la dificultad de aceptar el reconocimiento por parte de la Fraternidad, con sus 400 padres en 36 países. Pero pedimos que comprendiesen nuestra posición. Además, aumentaba nuestro caso el estado grave de salud en que se encontraba nuestro obispo Mons. Licínio. Para nosotros la situación era urgente, lo que no era el caso de la Fraternidad.
Mons. Fellay respondió que por la falta de Mons. Licínio no habría problema y que no era tan necesario para nosotros tener un obispo ahora, pues los obispos de la Fraternidad nos podrían atender. Esa respuesta fue realmente un argumento más a favor de la aceptación del reconocimiento, pues entonces no se configuraba el estado de gravísima necesidad, el que sólo justificaría tener un obispo sagrado contra la voluntad expresa del Papa. Por tanto, era preciso urgentemente regularizar esa situación.
Además, Mons. Licínio Rangel, obispo de suplencia para los católicos de la Tradición en Brasil y superior de la Unión Sacerdotal San Juan María Vianney, tenía la gracia de estado, y sólo él, para, conociendo bien la situación aquí, con todas sus circunstancias, conocidas sólo por él y por sus padres, decidir sobre aceptar o no el reconocimiento ofrecido por la Santa Sede.

28) ¿Pero no fue una ingratitud para con la Fraternidad, después de todo lo que ella hizo por ustedes?
Nuestras deudas de gratitud son mutuas y equivalentes. Es claro que les debemos mucho. Pero mucho más a la Iglesia. ¡Pero ¿cuánto nos deben ellos también?!
Mons. Antonio de Castro Mayer, por ejemplo, dio su apoyo de obispo diocesano, que les era necesario en la época, para que pudiesen adquirir el terreno para la construcción del Seminario de La Reja.
Cuando Mons. Lefebvre necesitó incardinar padres en una diócesis, no pudiendo hacerlo en la Fraternidad, pidió a Mons. Antonio que lo hiciese en su diócesis, lo que realmente fue hecho. Y así varios padres de la Fraternidad, inclusive Mons. Tissier de Mallerais, fueron incardinados en la Diócesis de Campos. Eso porque Mons. Lefebvre, teniendo espíritu católico, se preocupaba y procuraba, en la medida de lo posible, regularizar la situación dentro de la oficialidad.
Y Mons. Antonio se sacrificó y atravesó el océano para apoyar a Mons. Lefebvre en las consagraciones, con el riesgo de sufrir penas canónicas.
Es verdad que nuestros seminaristas estudiaron en los seminarios de la Fraternidad. Pero es bueno recordar que pagábamos sus estudios allí, al precio de 200 dólares al mes (cerca de R$ 500,00) por cada seminarista nuestro.
Eso sin contar los retiros, conferencias y sermones que hicimos a pedido de la Fraternidad, en diversas ocasiones, inclusive situaciones delicadas en que ellos no querían exponerse y nos pidieron que lo hiciésemos.

29) ¿Pero esa pelea con la Fraternidad no es mala para la Tradición?
Es pésima. Por eso pedimos insistentemente a Mons. Fellay que comprendieran nuestra situación diferente como comprendíamos la de ellos y que no peleasen con nosotros porque sería ruinoso para la Tradición. Infelizmente nuestro pedido no fue oído. Pero de nuestra parte no existe ninguna pelea. Por el contrario, queremos la unión en beneficio de toda la causa de la Tradición.
Y hemos soportado silenciosa y pacientemente, en la medida de lo posible, por amor a la Iglesia y a las almas, todas las ofensas y hasta calumnias que han hecho contra nosotros, en el mundo entero, en todas las revistas y por Internet, publicando ostensiblemente todo lo que se habla contra nosotros y todo lo que puede levantar sospecha sobre la conducta de Mons. Licínio y de los padres de Campos y ocultando lo que nos sería favorable.
Que la Fraternidad y otros grupos no concordasen con nuestro reconocimiento hasta podría explicarse. Pero ¿por qué atacarnos sistemáticamente, e intentar difundir la sospecha entre nuestros fieles, para desacreditar a Mons. Licínio y a nuestros padres? Hasta parece que hoy somos el gran enemigo en la Iglesia. Después de años de lucha, conseguimos una Administración Apostólica con derecho a la Misa Tradicional, obispo propio, seminario propio, parroquias propias, con independencia, como una diócesis normal, con toda la orientación tradicional de la Iglesia de siempre. ¿Y somos tratados como traidores, como despuéstatas?! Verdaderamente ese no es un buen espíritu católico. Y nunca fue el espíritu de Mons. Marcel Lefebvre, como se puede ver por las citas que hemos hecho.
Eso ha dado la impresión de que para  justificar la propia situación insostenible e injustificable, algunos procuran desmoralizar lo que los otros pudieran hacer de bueno

30) ¿Y cual es la posición actual de ustedes con relación a la Fraternidad San Pío X?
Mons. Licinio Rangel, en entrevista a varias revistas internacionales, respondió a esa pregunta así: "Queremos continuar siendo sus amigos. Y ahora que estamos regularizados canónicamente, ofrecemos nuestras oraciones y ayuda para que superen sus dificultades peculiares y puedan llegar a ese bien especial del reconocimiento de los derechos de la Tradición que Roma nos concedió. Y así, unidos y perfectamente regularizados, serviremos a la Tradición de la Santa Iglesia. Y yo les repetiría lo que ya escribí a Mons. Fellay, juntamente con los padres de nuestra Unión Sacerdotal, dándole las razones para que continuase las conversaciones con la Santa Sede en dirección a un entendimiento".

31) ¿Pero no fue el P. Fernando Arêas Rifan, el portavoz, que forzó a Mons. Licínio y a los padres a aceptar el reconocimiento? ¿Y eso no fue hecho precipitadamente?
Eso es una grave ofensa a Mons. Licínio y a los padres de Campos, como si fuesen marionetas, sin convicción, y serviles. Nuestros padres, además de formados en Filosofía, Teología, Derecho Canónico e Historia de la Iglesia, tienen larga experiencia pastoral, en la oficialidad en una diócesis normal, en el episcopado de Mons. Antonio de Castro Mayer, y en los veinte años de exilio, por tanto, en condiciones únicas para analizar bien la situación, en la verdad, el asunto fue largamente discutido con todos los padres, antiguos y nuevos, en varias reuniones, durante cerca de un año. Las conversaciones con la Santa Sede duraron de enero a diciembre de 2001. Los padres hicieron un retiro de cinco días, reflexionaron bastante, discutieron, estudiaron las propuestas en conjunto y en particular, tuvieron tiempo de reflexionar y opinar, y llegaron a la conclusión favorable al entendimiento con la Santa Sede y al reconocimiento. El Padre. Fernando fue apenas el portavoz de la opinión general de Mons. Licínio y de los padres. Y durante su estadía en Roma, P. Fernando telefoneaba casi diariamente a Mons. Licínio y a los padres, poniéndolos al corriente de cada tratativa, consultándoles, dándoles las noticias, y preguntando lo que debía hacer.
            Y cuando el P. Fernando estaba en Roma, durante las tratativas, Mons. Fellay y Mons. de Galarreta estuvieron en Campos, y pudieron oír de la propia boca de Mons. Licínio y de los padres la opinión favorable a los entendimientos con Roma.

32) ¿Pero por qué escogieron como fecha del Reconocimiento el inicio de la Semana de la unidad de los Cristianos y la proximidad con el Encuentro de Asís?
Fue mera coincidencia. La carta de aprobación del Papa, que fue lo más importante es del 25 de diciembre de 2001, Natividad de Nuestro Señor, cuando la noticia nos fue comunicada. Para la proclamación pública del reconocimiento, el Cardenal tenía varias fechas, y escogimos la del 18 de enero, que nos era más conveniente. No hubo intención de coincidir con nada. Y fue providencial, porque luego después Mons. Licínio empeoró de salud, y no hubiera podido participar de la ceremonia, si tardase más.

33) ¿Por qué la ceremonia del reconocimiento fue realizada en la Catedral Diocesana de Campos?
Porque fue escogida por el Cardenal, por ser más conveniente, ya que se trataba de un reconocimiento oficial, en la Iglesia oficial, de los así llamados católicos de la Tradición. Y la proclamación debería ser hecha por el representante del Papa, en la presencia del Nuncio Apostólico, del obispo diocesano y de los obispos de la región. Y el Cardenal pidió que se hiciese también una ceremonia en una de las nuestras Iglesias, lo que realmente fue hecho.

34) ¿Ustedes reconocieron al Papa?
En nuestra declaración pública, dijimos: "Reconocemos al Santo Padre, el Papa Juan Pablo II, con todos sus poderes y prerrogativas, prometiéndole nuestra obediencia filial y ofereciendo nuestra oración por él".
Pero eso siempre lo reconocemos. No hubo ninguna novedad en eso en todas  nuestras sacristías, como es costumbre establecida en todas las iglesias, está expuesto el cuadro con los nombres del Papa Juan Pablo II y del obispo diocesano nombrado por él. En las nuestras oraciones públicas siempre se rezo por el Papa Juan Pablo II y por el obispo diocesano. Nunca adoptamos la posición sedevacantista ni jamás quisimos hacer una diócesis paralela, contestando la unidad de regimen de la Iglesia.
Mismo cuando, por necesidad, y de acuerdo con la doctrina Católica, tuvimos que resistir, eso jamás significó de nuestra parte la contestación de la autoridad papal o su no reconocimiento. Además, siempre tuvimos plena conciencia de la anormalidad, ocasionalidad y excepcionalidad de la resistencia, ansiando siempre una completa regularización y normalización.
Siempre tuvimos presente el dogma de Fe: "Declaramos, decimos y definimos ser totalmente necesario a la salvación que todos los hombres se sometan al Romano Pontífice" (Bonifacio VIII, Bula Unam Sanctam, Dz-Sh 875).
Por eso, en nuestra carta al Papa, escribimos: "en las augustas manos de Vuestra Santidad, deponemos nuestra Profesión de Fe Católica, profesando perfecta comunión con la Cátedra de Pedro, de quien Vuestra Santidad es legítimo sucesor, reconociendo su Primado y gobierno sobre la Iglesia universal, pastores y fieles, y declarando que, por nada de este mundo, queremos disociarnos de la Piedra, sobre la cual Jesucristo fundó su Iglesia". El mismo texto de nuestra profesión de fe católica de 1982, redactado bajo la dirección de Mons. Antonio de Castro Mayer.
Es claro que la obediencia filial que prometimos se rige por las normas de la doctrina católica y no se trata de servilismo.
Además nuestra promesa está en la misma línea de la promesa de Mons. Marcel Lefebvre en su declaración doctrinal del 4 de mayo de 1988: "Prometemos ser siempre fieles a la Iglesia Católica y al Pontífice Romano, su Pastor Supremo, Vicario de Cristo, Sucesor del Bienaventurado Pedro en su primado y Jefe del Cuerpo de los Obispos".

35) ¿Ustedes aceptaron el Concilio Vaticano II?
En nuestra declaración, así nos expresamos: "Reconocemos el Concilio Vaticano II como un de los Concilios Ecuménicos de la Iglesia Católica, aceptándolo a la luz de la Sagrada la Tradición".
Reconocemos que el Concilio Vaticano II fue legítimamente convocado y presidido por el Papa Beato Juan XXIII y continuado por el Papa Pablo VI, con la participación de obispos de todo el mundo, inclusive de Mons. Antonio de Castro Mayer y Mons. Marcel Lefebvre, que firmaron sus actas. Mons. Antonio de Castro Mayer escribió varias cartas pastorales sobre el Concilio, especialmente una, en 1966, sobre la aplicación de los Documentos promulgados por el Concilio.
Surgió, sin embargo, el "pernicioso espíritu del Concilio", que, según el Cardenal Ratzinger, " es el antiespíritu, según el cual se debería comenzar la historia de la Iglesia a partir del Vaticano II, visto como una especie de punto cero" (Card. Ratzinger, Rapporto sula fede, cap.II). Por eso, dijimos en nuestra declaración: "Reconocemos el Concilio Vaticano II como un dos Concilios Ecuménicos de la Iglesia Católica". La Iglesia no puede desligarse de su pasado ni contradecirlo.
Mas cuanto a los enseñanzas del Concilio, debido al su carácter eminentemente pastoral, por él mismo proclamado, de adaptación de la proclamación de la doctrina inmutable a nuestros tiempos, es preciso que sean aceptados en consonancia con todo el conjunto del Magisterio de la Iglesia, o sea, a la luz de la Sagrada Tradición.
Dijimos eso porque muchos, aprovechándose del Concilio, intentaron y aún intentan introducir doctrinas heréticas en el seno de la Iglesia, doctrinas ya condenadas por el Magisterio perenne, que constituye la Tradición. Es claro que ellos contaron con el lenguaje del Concilio y su lamentable falta de precisión doctrinaria en muchos puntos, caso contrario no conseguirían dar la interpretación herética que dieron al Concilio. El Papa Pablo VI hablaba del "humo de Satanás" penetrando en el Templo de Dios (Alocución de 29/6/1972) y S. S. el Papa Juan Pablo II lamentaba: "fueron esparcidas a manos llenas ideas contrarias a la verdad revelada y siempre enseñada: se propagaron verdaderas herejías en los campos dogmático y moral... también la Liturgia fue violada" (Discurso al Congreso de las Misiones, 6/2/1981).
Por eso,  usamos, como criterio de interpretación, la luz de la Sagrada la Tradición.
Y aceptar el Concilio a la luz de la Tradición es lo que todos deben hacer, pues ese fue el criterio de interpretación indicado por los Papas que lo convocaron y presidieron. En la alocución del 11 de octubre de 1962, en la apertura del Concilio, así se expresó el Papa Juan XXIII: "El objeto esencial de este Concilio no es la discusión sobre este o aquel articulo de la doctrina fundamental de la Iglesia... Presentemente, lo necesario es que toda la doctrina de la Iglesia, sin mutilación, transmitida con aquella exactitud que aparece espléndidamente sobre todo en los conceptos y en la exposición con que la redijeron los Concilios de Trento y del Vaticano I, sea, en nuestros tiempos, por todos aceptada con adhesión nueva, calma y serena...; es necesario que esta doctrina, cierta e inmutable a la cual se debe obsequiosa obediencia, sea investigada y expuesta del modo que nuestros tiempos exigen. Porque una cosa es el propio depositum fidei, esto es, la verdad contenida en la nuestra veneranda doctrina, y otra es el modo con el cual  son enunciadas, pero siempre conservando el mismo sentido y el mismo alcance (eodem tamen sensu eademque sententia)" (AAS, 1962, pag. 791-793).
Y en la reapertura del Concilio, confirmó el Papa Pablo VI: "Es preciso que la doctrina de la Fe, cierta e inmutable, declarada y definida por el supremo Magisterio de la Iglesia y por los Concilios anteriores, sobre todo por el de Trento y por el del Vaticano I, a la cual se debe obsequiosa obediencia, sea expuesta de manera adaptada a nuestros tiempos..." (AAS 55, pag. 742).
Y ese fue precisamente el criterio usado por el Papa Juan Pablo II cuando habló de la "doctrina integral del Concilio", quiere decir, explicó, "doctrina comprendida a la luz de la Santa Tradición y referida al Magisterio constante de la propia Iglesia" (Juan Pablo II, discurso a la reunión del Sacro Colegio, 5 de noviembre de 1979).
Y no podría ser de otra manera, pues así enseñó el Concilio Ecuménico Vaticano I: "El Espíritu Santo no fue prometido a los sucesores de Pedro para que estos, bajo la revelación del mismo, predicasen una nueva doctrina; sino para que, bajo  su asistencia conservasen santamente y expusiesen fielmente el depósito de la Fe..." (sess. IV,c.4, Dz-Sch 3070).
Además, decía el propio Mons. Marcel Lefebvre: "acepto el Concilio, interpretado según la Tradición". Y Mons. Bernard Fellay, sucesor de Mons. Lefebvre, declaró: "Aceptar el Concilio no es problema para nosotros. Hay un criterio de discernimiento. Y este criterio es lo que fue siempre enseñado y creído: la Tradición" (entrevista al jornal suizo La Liberté, 11/5/2001).
Sobre como aplicar al Concilio ese criterio de interpretación, a la luz de la Sagrada Tradición, explicó bien el famoso escritor católico francés Jean Madiran (Itinéraires, noviembre de 1966, pag. 13): "Recibimos las decisiones del Concilio en conformidad con las decisiones de los Concilios anteriores. Si tales o tales textos aparecen, como puede acontecer con toda palabra humana, susceptibles de varias interpretaciones, pensamos que la interpretación justa está fijada precisamente por los enseñanzas de los Concilios precedentes y en conformidad con ellos y con el conjunto de la enseñanza del Magisterio... Se fuese preciso - como algunos osan sugerir - interpretar las decisiones del Concilio en un sentido contrario a las enseñanzas anteriores de la Iglesia, entonces no tendríamos ningún motivo de recibir esas decisiones y nadie tendría el poder de imponérnoslas. Por definición, la enseñanza de un Concilio se coloca en el contexto y en la continuidad viva de todos los Concilios. Aquellos que quisiesen presentarnos la enseñanza del Concilio fuera de ese contexto y en ruptura con esa continuidad, estarían presentándonos una pura invención de su espíritu, sin ninguna autoridad".
Es así, con ese criterio, que reconocemos y aceptamos el Concilio Vaticano II.

36) ¿Pero ustedes conservarán la Misa Tradicional?
Es obvio. Fue por eso que luchamos durante tantos años y por eso sufrimos tanto. Y ahora, gracias a Dios, el Santo Padre nos concede el derecho de conservar oficialmente en nuestra Administración Apostólica la Santa Misa tradicional, codificada por San Pío V, todos los sacramentos, toda la Liturgia y la disciplina tradicional.

37) ¿Por qué ustedes conservan la Misa tradicional?
Todos conocen sobradamente las razones doctrinarias de nuestro apego a la Misa Tradicional y nuestras reservas en cuanto a la Misa nueva, reservas que son las mismas que hizo Mons. Antonio de Castro Mayer en respetuosa y filial carta al Papa Pablo VI, y que son compartidas por muchas personalidades de la Iglesia actual, inclusive Cardenales de la Curia Romana.
Así conservamos, con las bendiciones del Santo Padre el Papa, la Misa Tridentina porque es una auténtica riqueza de la Santa Iglesia Católica, una Liturgia que santificó muchas almas, Misa a la que los Santos asistieron, Misa que, por expresar de modo nítido y sin ambigüedades los dogmas eucarísticos, se constituye en una auténtica profesión de Fe, símbolo de nuestra identidad católica, un verdadero patrimonio teológico y espiritual de la Iglesia que es preciso conservarse.
Como bien dice el Cardenal Darío Castrillón Hoyos, prefecto de la Sagrada Congregación para el Clero: "El rito antiguo de la Misa sirve precisamente a muchas personas para mantener vivo este sentido del misterio. El rito sagrado, con el sentido del misterio, nos ayuda a penetrar con nuestros sentidos en el recinto del misterio de Dios. La nobleza de un rito que acompaña a la Iglesia durante tantos años justifica bien el hecho de que un grupo escogido de fieles mantenga la apreciación de este rito, y la Iglesia, por la voz del Soberano Pontífice, lo comprendió así, cuando pide que haya puertas abiertas a su celebración... Celebramos un bello rito, rito que fue de muchos santos, una bella Misa, que llenó los arcos de muchas catedrales y que hace resonar sus acentos de misterio en las pequeñas capillas del mundo entero..." (trechos de la homilía durante la Misa de San Pío V celebrada por él en Chartres, en 4 de junio de 2001).
            Lo mismo dice, respecto de la Misa tradicional, el Papa Juan Pablo II, proponiéndola como modelo de reverencia y humildad para todos los celebrantes del mundo: "El Pueblo de Dios tiene necesidad de ver en los padres y en los diáconos un comportamiento lleno de reverencia y de dignidad, capaz de ayudarlo a penetrar las cosas invisibles, mismo con pocas palabras y explicaciones. En el Misal Romano, dicho de San Pío V, ... encontramos bellísimas oraciones con las cuales el Padre expresa el más profundo sentido de humildad y de reverencia delante de los santos misterios: revelan la substancia misma de toda la Liturgia" (Juan Pablo II, mensaje a la Asamblea Plenaria de la S. Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, sobre el tema "Profundizar la vida litúrgica en el pueblo de Dios", en 21/9/2001).

38) ¿Pero ustedes reconocieron la validez de la Misa moderna?
No hubo ninguna novedad en esa declaración, pues siempre reconocemos eso. Dijimos en nuestra declaración que reconocemos a validez del Novus Ordo Missae, promulgado por el Papa Pablo VI, siempre que sea celebrado correctamente y con la intención de ofrecer el verdadero Sacrificio de la Santa Misa.
Además esa era la enseñanza de Mons. Antonio de Castro Mayer y también de Mons. Marcel Lefebvre, que, en su declaración doctrinal del acuerdo, por él revisada y firmada, declaró: "Declaramos, además de eso, reconocer la validez del Sacrificio de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia y según los ritos indicados en las ediciones típicas del Misal Romano y de los Rituales de los Sacramentos promulgados por los Papas Pablo VI y Juan Pablo II" (Fideliter, le dossier complet).
¿Por qué hicimos la reserva "siempre que sea celebrado correctamente y con la intención de ofrecer el verdadero Sacrificio de la Santa Misa"?
Porque, si el Padre celebra la Misa con la intención de hacer apenas una refección comunitaria o una simple reunión con la narración de la Cena del Señor, sin la intención de ofrecer el verdadero Sacrificio de la Misa, es claro que la validez de esa Misa quedará afectada.
Y, además de eso, son de se lamentar las Misas, mismo válidas, en las cuales "la Liturgia fue violada", como dice el Papa Juan Pablo II (discurso en el Congreso de las Misiones, 6/2/1981),  o en las cuales la  "Liturgia degenera  en un 'show',  donde se intenta mostrar una religión atractiva con la ayuda de tonterías a la moda... con éxitos momentáneos en el grupo de los fabricantes litúrgicos",  como critica el Cardenal Ratzinger (Introducción al libro La Réforme Liturgique, de Mons. Klaus Gamber, pag. 6). Y, además, como dice el Cardenal Eduardo Gagnon, presidente del pontifico Comité para los Congresos Eucarísticos Internacionales, "no se puede entretanto ignorar que la reforma (litúrgica) dio origen a muchos abusos y condujo en cierta medida a la desaparición del respeto debido a lo sagrado. Ese hecho debe ser infelizmente admitido y disculpa buen número de esas personas que se apartaron de nuestra Iglesia o de su antigua comunidad parroquial" (...) ("Integrismo y conservatismo" - Entrevista con el Cardenal Gagnon, "Offerten Zitung - Römisches", nov.diez. 1993, p.35).

39) Pero ustedes pidieron perdón al Papa. ¿En qué sentido?
Tener humildad y pedir perdón de los posibles errores u ofensas son actitudes eminentemente cristianas. Son sólo los orgullosos y soberbios, quienes piensan siempre estar ciertos, no admiten siquiera la posibilidad de sus errores.
San Pío X comentaba que en el calor de la batalla es difícil medir la precisión y el alcance de los golpes. De ahí suceden faltas o excesos, disculpables y comprensibles, pero incorrectos.
Por eso, en nuestra carta al Papa, escribimos: "Y si, por acaso, en el calor de la batalla en defensa de la verdad católica, cometimos algún error o causamos algún disgusto a Vuestra Santidad, aunque nuestra intención haya sido siempre la de servir a la Santa Iglesia, humildemente suplicamos su paternal perdón".
Aunque estuviésemos convencidos de que nuestra causa era legítima y santa, como no somos infalibles, podemos haber errado y también cometido excesos en el modo de hablar o escribir, cierto espíritu de crítica o faltas a la caridad fraterna y a la veneración y respeto debidos a los superiores, cierto modo de hablar o actuar en discordancia con los principios que defendemos.
Es de eso que pedimos perdón, por nosotros y por todos los fieles  asistidos por nosotros.
Es claro que no precisamos pedir perdón por nuestra posición católica doctrinaria y litúrgica, que vino a ser reconocida por el Santo Padre, el Papa.

40) ¿Pero ustedes van a continuar combatiendo los errores como siempre hicieron?
La concesión del Santo Padre el Papa, dándonos la Administración Apostólica Personal, no significa que la crisis de la Iglesia haya acabado y que nuestro empeño en defensa de los valores tradicionales se va a detener.
Fue así que escribimos al Papa: "Y en nombre de nuestra Fe católica apostólica romana nos hemos esforzado por guardar la Sagrada Tradición doctrinaria y litúrgica que la Santa Iglesia nos legó y, en la medida de nuestras flacas fuerzas y amparados por la gracia de Dios, resistir a lo que su predecesor de egregia memoria, el Papa Pablo VI, llamó de 'autodemolición de la Iglesia', esperando de ese modo estar prestando el mejor servicio a Vuestra Santidad y a la Santa Iglesia".
Y ahora, siendo canónicamente reconocidos, nos ofrecemos al Papa para, oficialmente, colaborar con él en el combate a los errores y herejías, que infelizmente existen hasta en el seno de la Iglesia.
Fue lo que dijimos al Papa en la misma carta: "Queremos, oficialmente, colaborar con Vuestra Santidad en la propagación de la Fe y de la doctrina Católica, en el celo por la honra de la Santa Iglesia - 'Signum levatum in nationes' - y en el combate a los errores y herejías que intentan destruir la Barca de Pedro, inútilmente porque 'las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella' ".
Y el Santo Padre, bondadosamente, acogió nuestra oferta: "Tomamos nota, con vivo regocijo pastoral, de vuestro propósito de colaborar con la Sede de Pedro en la propagación de la Fe y de la doctrina Católica, en el celo por la honra de la Santa Iglesia - que se yergue como 'Signum in nationes' (Is 11,12) - y en el combate a los que intentan destruir la Barca de Pedro, inútilmente porque 'las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella' (Mt 16,18)".
Por eso, finalizamos nuestra declaración, diciendo: "Nos empeñamos en profundizar todas las cuestiones aún abiertas, teniendo en consideración el canon 212 del Código de derecho Canónico".
Ese canon reconoce el derecho e inclusive a veces el deber de expresar la opinión, hasta de manera pública dentro de la Iglesia. La citación de ese canon significa que no nos comprometemos a ningún silencio cómplice delante de errores.
Por esa razón, deseando ser fieles al Magisterio de la Iglesia, con la gracia de Dios, continuaremos combatiendo los errores que la Santa Iglesia siempre condenó y combatió.

41) ¿Ustedes van a continuar atacando los mismos errores que atacaron antes?
Sí. Condenamos todos los errores que la Iglesia siempre condenó en su Magisterio perenne. Así, por ejemplo, condenamos y combatiremos:
-      las herejías cristólógicas, que niegan la divinidad de Cristo, que distinguen el Cristo histórico del Cristo de la Fe, que predican un Cristo revolucionario, etc
-        las herejías eclesiológicas, que niegan que la Iglesia católica sea la única religión verdadera, que predican el ecumenismo irenista e igualitario con relación a las religiones, el ecumenismo de unión en cambio del ecumenismo de caridad y de retorno, el relativismo y el sincretismo religioso, o pan-cristianismo, la protestantización de la Iglesia,  a visión meramente humana de la Iglesia, el modernismo, la colegialidad democrática, etc.
-        las herejías litúrgicas como la negación de la presencia real de Cristo en la Eucaristía, la transformación de la Misa en una simple cena, la negación o el encubrimiento del carácter sacrificial y propiciatorio de la Santa Misa, la confusión entre el sacerdocio ministerial y el sacerdocio común de los fieles, la desacralización de la sagrada Liturgia, la falta de veneración, adoración y modestia en los trajes en el culto divino, la mundanización de la Iglesia, etc.
-       los errores filosóficos, como el relativismo de la verdad, el agnosticismo, el subjetivismo, el gnosticismo, el inmanentismo, etc.
-         los errores morales, como el liberalismo, que predica la libertad moral con relación a la religión y la equiparación de los derechos de la verdad y del error, el subjetivismo moral, la moral de situación, la inmoralidad de los vestidos, etc.
-       los errores en la espiritualidad, como el sentimentalismo exacerbado, el misticismo heterodoxo, el aparicionismo, la superficialidad en la doctrina, la mundanización del clero, etc.
-       los errores sociológicos, como el laicismo del Estado, la negación de la realeza social de Cristo, la teología de la liberación, el igualitarismo, el "marxismo cristiano", etc.
-         en fin, todo lo que constituya "humo de Satanás en el Templo de Dios", la "autodemolición de la Iglesia", lamentada por el Papa Pablo VI.
Y a esos errores resistimos siempre, vengan de donde vinieren. La doctrina de la resistencia continua la misma: "Si un ángel del cielo, o uno de nosotros mismos, os enseñare un Evangelio diferente de aquel que os predicamos, sea anatema" (San Pablo a los Gálatas 1,8).
Se ve, por lo tanto, que nuestra posición doctrinaria fue y continúa siendo la misma que siempre sustentamos.

42) ¿Pero ustedes van a cambiar el modo de atacar los errores?
Es preciso siempre ajustar la práctica con los principios que defendemos. Si reconocemos a las autoridades de la Iglesia es preciso respetarlas como tales, sin jamás, al atacar los errores, desprestigiarlas. Si hubo algún error en el pasado cuanto a eso, no hace nada de más en corregir el error. Los principios, la adhesión a las verdades de nuestra Fe y el rechazo de los errores condenados por la Iglesia continúan igual.
Pero es preciso evitar las generalizaciones, ampliaciones y atribuciones indebidas e injustas. La justicia y la caridad, mismo en el combate, son imprescindibles. Si hubo alguna falla también en ese punto, corregirse no es ningún desdoro. Al final, errar es humano, corregirse es cristiano y perseverar en el error es diabólico.
Nuestro combate, por tanto, será siempre según las normas del respeto, de la humildad y de la caridad, conforme dijimos al final de nuestra declaración: "con un sincero espíritu de humildad y de caridad fraterna para con todos. In principiis unitas, in dubiis libertas, in omnibus charitas – En los principios unidad, en las cosas libres libertad, en todo caridad (San Agustín).

43) ¿Pero y el encuentro de Asís del 24 de enero de 2002?
No sólo hablamos a nuestro pueblo, en los sermones y catecismos, contra el sincretismo y el relativismo religioso, como colocamos en nuestro site en Internet la doctrina católica sobre el asunto. De modo que nuestros fieles quedaron bien esclarecidos y el mundo todo quedó sabiendo nuestra posición sobre el ecumenismo, que es la del Magisterio de la Iglesia.
Porque sucede que se considera lo siguiente: San Ignacio de Loyola, en sus Ejercicios Espirituales, en la 10a  Regla para sentir con la Iglesia, enseña que debemos estar más prontos para alabar las directrices y comportamiento de nuestros superiores de que para criticarlos. Y que, mismo cuando no son buenas, hablar contra ellos, en público o en conversaciones, originaría más críticas y escándalo que provecho. Desprestigiaría la autoridad. Puede ser útil hablar a las personas que pueden remediar el mal.
Así Mons. Antonio de Castro Mayer, en carta, advertía a Mons. Marcel Lefebvre: "Ataque los errores pero no a la persona del Papa".
Es lo que escribía Santa Catalina de Sena: "Es loco aquel que se aparta o va contra ese Vicario, que tiene las llaves de la Sangre de Cristo Crucificado. Aún que fuese un demonio encarnado, yo no debo levantar la cabeza contra él, sino siempre humillarme, pedir la sangre por misericordia. Y no admiréis que el demonio os pondrá y os haya puesto delante el color de la virtud, esto es, una justicia de querer actuar contra los malos pastores por sus errores. No creáis al demonio, no queráis hacer justicia sobre aquello que no os dice al respecto. Dios no quiere que vos, ni nadie, os hagáis justicieros de sus ministros. El lo confió a sí mismo, y eso mismo confió a su Vicario; y si el Vicario no lo hiciese, humildemente deberíamos esperar la punición y corrección del Sumo Juez, Dios Eterno"(Epistolario, vol I, Carta n. 28 -  citada por el Cardenal Castrillón en carta a Mons. Fellay, de 5/4/2002).

Así, Mons. Fellay, en entrevista a la revista "30 DÍAS", dice: "No queremos que la autoridad de la Iglesia sea aún más disminuida. Ya fue lo bastante: ahora llega..."
Además de eso, hace reflexionar sobre lo que dice la Sagrada Escritura: "Todo tiene su tiempo... tiempo de callarse y tiempo de hablar" ( Ecle 3, 1 e 7).
Por ejemplo, Jesús vivió en el tiempo en que la esclavitud era común en la sociedad. La esclavitud es un mal. E Jesús no habló ni una vez siquiera contra la esclavitud. Eso provocaría una disolución social. Mas Jesús colocó las bases, - las virtudes cristianas de la justicia, humildad y caridad, - que, con la penetración del cristianismo en la sociedad, hicieron abolir la esclavitud. A veces es preciso esperar el momento oportuno. Es preciso observar las circunstancias y la capacidad de recepción de la crítica. Y a veces el combate positivo es más fructuoso que el negativo.
Así la Fraternidad San Pío X, al conseguir usar las Basílicas Romanas en el Jubileo del año 2000, no aprovechó los micrófonos para hablar contra los errores actuales de la llamada Roma modernista. Y los padres de la Fraternidad, organizadores del jubileo, pidieron a los sacerdotes que fuesen hablar en las Basílicas, que bajasen el tono y no hablasen duramente contra las autoridades. Y Mons. Fellay, al pasar por las Puertas Santas, no protestó por el hecho de haberlas abierto el Papa acompañado de representantes de otras religiones. Y lo mismo Mons. Fellay, al hablar por micrófonos de las Basílicas, usó de un tono bien moderado y no criticó a la "Iglesia Conciliar", a pesar de ser allí una oportunidad única. Lo mismo aconteció cuando celebró la Misa en la Basílica de Santa María Mayor. sólo las personas de mal espíritu imaginarían que él falló en la profesión de Fe al proceder así. "Todo tiene su tiempo".

44) Pero ustedes hicieron concesiones.
Eso es falso. No hicimos ni hacemos ninguna concesión doctrinaria. Puede haber alguna tolerancia, debido a las circunstancias, dentro de las normas de la prudencia cristiana, en vista de un bien mayor. Y esto está perfectamente de acuerdo con la doctrina Católica.
Lo interesante es que juzgan que lo que nosotros hacemos es errado y es concesión, aunque haya sido lo mismo que ellos hacen.
Por ejemplo, Mons. Marcel Lefebvre declaró que aceptaba el Concilio Vaticano II interpretado según la Tradición; pidió al Papa dejarlo hacer la experiencia de la Tradición, en medio de las muchas experiencias que se hacen hoy en día; declaró aceptar la doctrina contenida en el n. 25 de la Constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II sobre el Magisterio del Papa y de los Obispos y la adhesión que le es debida, mismo en las declaraciones no infalibles; declaró que, sobre ciertos puntos enseñados por el Concilio Vaticano II, de la reforma litúrgica o del Derecho, que le parecían difícilmente conciliables con la Tradición, se comprometía a tener una actitud positiva de estudio y de comunicación con la Santa Sede, evitando toda polémica; declaró reconocer la validez de la Misa y de los Sacramentos celebrados con la intención de hacer lo que hace la Iglesia y siguiendo los nuevos ritos (Novus Ordo Missae y nuevo ritual de los Sacramentos); prometió respetar la disciplina común de la Iglesia y sus leyes, especialmente el nuevo Código de derecho Canónico, promulgado por el Papa Juan Pablo II; elogió, como siendo un primer paso, las Misas del indulto.
Mons. Fellay visita a los Cardenales de la Curia Romana; la Fraternidad visitó las Basílicas romanas en el jubileo; los padres de la Fraternidad de Francia pidieron al Cardenal de París que les indicase una Iglesia para ganar el jubileo del 2000, y allí fueron recibidos por el párroco progresista que les dirigió palabras de recepción y allí rezaron; en la peregrinación a Lourdes consiguieron autorización para rezar en la basílica (¡progresista!), y contaron eso como gran victoria, un milagro del año Santo; Mons. Fellay declaró que aceptar el Concilio Vaticano II no es problema porque tenemos la Tradición como criterio.
¡¿Por qué todo eso es óptimo y perfectamente ortodoxo, si es hecho por nosotros?!
¡Pero si los padres de Campos hacen cualquier cosa semejante, ahí es concesión al progresismo, están cediendo, ya no son más los mismos, son “raliés”, etc!!!??? ¿Dos pesos y dos medidas?!
Vale recordar la enseñanza del Evangelio: "...Maestro, ... le prohibimos, porque no anda con nosotros. Jesús respondió: no lo prohibáis, pues quien no está contra vosotros, está a vuestro favor" (Lc 9,49-50).
Comentario: "El Señor previne a los Discípulos, y después de ellos a todos los cristianos, contra el exclusivismo y el espíritu de partido único en la tarea apostólica, que se expresa en el falso refrán: "El bien, si no lo hago yo, ya no es bien". Por el contrario, debemos asimilar esta enseñanza de Cristo, porque el bien es bien, aunque que no lo haga yo" (Biblia Sagrada, ediciones Theologica Braga). (cf Phil 1, 15-18).
Esa es la apertura de visión que tenía Mons. Marcel Lefebvre, al ver ventaja para la Iglesia hasta en las "Misas del indulto", las cuales fueron concedidas, según él, bajo condiciones inaceptables: "Pero ese primer gesto - recemos para que haya otros de esa especie - quita la sospecha indebidamente lanzada sobre la Misa y libera las conciencias de los católicos perplejos que dudaban aún en asistir a ella" (Mons. Marcel Lefebvre - Carta abierta a los católicos perplejos, XX).
Mons. Antonio de Castro Mayer también nos previno contra el espíritu sectario exclusivista: "La secta es exclusivista: sus miembros fueron los escogidos, ellos saben que pocos son los escogidos, y esos pocos son ellos... son los depositarios de la verdad. Sin ellos no hay salvación" (Monitor Campista 13/4/1983 e 22/12/1985).
Así también Mons. Bernard Fellay, en conferencia dada en Campos en noviembre de 2000, contó a nuestros fieles, con alegría, que la Misa tradicional es celebrada en cerca de cien diócesis de los Estados Unidos. "Misas del Indulto", en su gran mayoría, promovidas por otros grupos tradicionales diferentes de la Fraternidad San Pío X.
También Mons. Lefebvre, en carta a los padres del Distrito de Francia, decía: "Me parece que debemos ir sobre todo allá dónde se nos llama y no dar la impresión de que tenemos una jurisdicción universal, ni una jurisdicción sobre un país o una región. Sería basar nuestro apostolado sobre una base falsa e ilusoria. Por eso, igualmente, si otros sacerdotes satisfacen normalmente a las necesidades de los fieles, no tenemos por qué inmiscuirnos en su apostolado, sino alegrarnos de que haya otros sacerdotes católicos que se levantan para salvar las almas" (27/4/1987).

45) ¡Pero estábamos tan bien, antes, en la situación de separación!
En cuanto al aspecto doctrinario de esa objeción ya respondimos antes. Realmente si fuésemos a mirar el lado humano y natural de la situación, era más cómoda la posición anterior de separación y aislamiento: estar libres, no tener que dar satisfacción a las autoridades constituidas, actuar donde bien entendiésemos, no tener que enfrentar a los progresistas en la lucha cuerpo a cuerpo, etc. El cisma también traería esas ventajas: que lo digan todos los herejes y cismáticos. ¿Pero esa es, realmente, la mejor posición delante de Dios y de la Iglesia?
En cuanto al aspecto del apostolado y de la caridad, bien responde el Padre Alvaro Calderón, profesor del Seminario de la Reja, en Argentina, uno de los grandes teólogos de la Fraternidad San Pío X, comentando el lema de Mons. Marcel Lefebvre "et nos credidimus caritati" - " creímos en la caridad":
"Seamos herederos de su caridad... Los miembros de la Fraternidad fácilmente podríamos ser tentados a conformarnos con lo que tenemos. ¿Para qué más, si estamos bien? Conservamos nuestros pocos fieles... Yo saldría corriendo se alguien viniese a ofrecerme la parroquia de La Reja... Pero tengamos cuidado de no esconder el denario que nos fue dado sin dejarlo fructificar, porque nos será quitado. Sí, hoy lo digo especialmente por los contactos que tuvo la Fraternidad con Roma. ¡Claro que asustan! Nosotros estamos bien, ¿para qué queremos más?! Pero no es por nosotros, es por tantos prójimos a los cuales no podemos olvidar sin traicionar el impulso de caridad que Dios colocó en el corazón de nuestro fundador" (Padre Alvaro Calderón, Fraternidad San Pío X, sermón del día 25 de marzo de 2001).

46) Pero dicen que esa Administración Apostólica, fruto del entendimiento, es provisoria.
Así responde el Cardenal Mons. Darío Castrillón Hoyos en carta a Mons. Fellay de 5 de abril de 2002, por lo tanto es la palabra oficial de Roma: "... la Administración Apostólica personal de Campos, que no es una solución transitoria sino que es dada establemente: de esta estabilidad y de esta voluntad no se puede dudar de manera alguna ".

47) ¿Y el futuro?
A Dios pertenece. "Dios providebit", Dios proveerá. Las puertas del infierno no prevalecerán contra la Iglesia. Debemos siempre confiar en Nuestro Señor.
Y los que hacen esa pregunta no deberían también preguntarse: ¿Y nuestro futuro? ¿Será que vamos perseverar en la doctrina de la Iglesia? ¿Será que estaremos siempre con la legítima Tradición de la Santa Iglesia? "Quien está de pié, vigile que no caiga", nos advierte San Pablo, Despuéstol.
Agradecemos las oraciones, los incentivos por nuestra perseverancia y las advertencias de tener cuidado. Pero dispensamos las previsiones siniestras basadas en el pesimismo y en juicios temerarios basados en un espíritu anti-romano.

48) ¿Pero y la escogencia del nuevo obispo para la Administración Apostólica? ¿Ustedes no debían haber exigido que fuese solamente de la Unión Sacerdotal?
Tenemos la solemne promesa del Papa en la carta autógrafa "Ecclesiae unitas", prometiendo a Mons. Licínio Rangel un sucesor, promesa que cumplió nombrando obispo al Padre Fernando Arêas Rifan.
Como fue creada la Administración Apostólica para los fieles de Rito Tridentino y de orientación tradicional, es lógico que el obispo será escogido en la Administración Apostólica.
Y además no podemos limitar el poder del Papa en este punto.
Es lo que enseña Papa Pío IX: "En cuanto a nuestro derecho de escoger una persona fuera de los tres candidatos propuestos, no creemos deber pasar en silencio... este derecho y este deber pertenecen en toda su integridad a la Cátedra de San Pedro. En efecto, los derechos y privilegios concedidos a esta Cátedra por el propio Jesucristo pueden ser atacados, pero no le serán jamás retirados y no está en el poder de un hombre renunciar a un derecho divino..." (Enc. Quartus supra, del 6/1/1873).

¡A los que se alegran con nosotros, nuestros agradecimientos!
¡A los que discordan de nosotros, nuestra comprensión!
¡A los que nos atacan, nuestro perdón!
¡A todos, nuestro pedido de oración por nuestra perseverancia!

"¡Del ataque a la verdad conocida, líbranos, Señor!
¡De la envidia de la gracia fraterna, líbranos, Señor!
¡De todas las herejías y errores, líbranos, Señor!"
(Letanías del Divino Espíritu Santo).

"Bajo vuestro amparo, nos refugiamos,
Santa Madre de Dios,
no despreciéis nuestras súplicas en nuestras necesidades,
mas líbranos siempre de todos los peligros,
Virgen gloriosa y bendita!"

2 comentários:

  1. The google translation into English is not working. I have tried two different browsers. :)

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  2. Muito interessante, hoje, após 15 anos desse acordo, podemos ver claramente como estavam equivocados, e foram engolidos pela roma modernista.

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